Luego de muchos amagues, OLGA aterriza en el Monumento Histórico Nacional a la Bandera con su habitual formato “day”. Se ve que no les dio para pararse con el anglicismo frente a tanta potencia argentinísima y latinoamericana, justo ahí a los pies del Paraná, así que en esta oportunidad la invitación anuncia “Un día rosarino”.
Viendo la propuesta completa surgen algunas preguntas: un día rosarino, ok, pero rosarino de qué Rosario. De qué Rosario hablan y de qué rosarinos hablan, a cuáles le hablan; quiénes hacen, forman, viven, representan a esa Rosario y quiénes no, a quiénes engloban y a quiénes omiten, quitan, sacan, utilizan. Por qué, para qué, para quiénes, cómo.
No es que esperábamos algo de los canales de stream: nuevas tecnologías y nuevos formatos no significan diferentes posiciones, posturas, conversaciones, propuestas. Y por supuesto, mucho menos significan diferentes estructuras. En este caso, OLGA es uno de los grandes desafíos —decimos así solo por ser buenas y prácticas, para no irnos tanto por las ramas— que tenemos los que trabajamos al pulso de la conversación pública. Porque es un stream que representa muy bien los peores vicios del formato: parasitarios de todo acontecimiento, desviviéndose por ser el meme del día, baiteros. Todo lo que tocan lo convierten en un eufemismo: el vaciamiento del sentido después de la saturación. Una cultura de banalización y descarte, vorágine y ruido. Y luego, cuando las papas ya se quemaron, la victimización y el pedido de disculpas.
Si al concepto canal de stream le sumamos otras características territoriales, hablando de lo territorial en su concepción física y política, bueno, lo que no esperábamos directamente lo recibimos como una obviedad. La Rosario de este “día rosarino” es una Rosario concebida por la mirada porteña y su experiencia cultural con esa ciudad. La que sí, claro, siempre estuvo cerca, pero no deja de ser otra ciudad con sus particularidades, con sus relieves, con sus mixturas y, principalmente, con su gente y sus historias. Una ciudad formada con carácter, agenda, aportes transversales y legado propio que trasciende toda lectura nacionalizada de esa pertenencia. La cercanía no es intimidad, no implica conocimiento, involucramiento: es un pasar.
“Un día rosarino” nos trae una Rosario “al paso” en la que no hay artistas mujeres ni de la comunidad LGTBIQ+. Con la misma velocidad que empezaron a escucharse reclamos surgió el rumor de una invitada sorpresa: Nicki Nicole, una de las artistas más pegadas del país y a nivel internacional. A las 17:44 del Día del Padre, Migue Granados confirmó en su cuenta de X que “coconduciría” con ella la jornada. Sí: coconduciría. El rumor que deviene en confirmación y la forma en la que se comunica esa confirmación complican aún más las cosas.
Aún así, es interesante detenerse en las reacciones previas, las que producen la necesidad de ese rumor. Y a su vez, cómo funciona la condescendencia de agregar a una mujer para no ser atacado. Porque ahí aparecen los rasgos de un problema mayor. La mujer reducida a la invitación o acompañando, no protagonista, es la carta que camufla el machismo con una pose relajada —cuando no pasada de canchera—, amigable, es la carta de la que se prende toda esa cosa celebratoria que ubica de manera irremediable a toda crítica en una posición de anti. Y si de mujeres haciendo una crítica se trata: de locas, de conflictivas.
Decían también que dirá presente Fito Paez (de hecho, el anuncio fue musicalizado con su hit más saturado, Mariposa tecknicolor). No hay noticias sobre esto aún, pero en todo caso sigue fortaleciendo la misma pregunta de siempre: ¿la única Rosario posible fuera de Rosario es una Rosario con nombres consagrados en un plano nacional? Plano que a su vez se recrea desde solo algunas esquinas porteñas y palermitanas.
La música siempre acusa historia y siempre condensa idearios que luego, desde el enunciado o la elasticidad del lenguaje, se pueden acomodar al entendimiento que uno pueda tener y a la disponibilidad para dar tales o cuales batallas. Lo sabemos, no todo es una batalla, y más aún: no todos tenemos que estar dispuestos o listos para dar todas las que sí lo son. Cada uno elige. Pero acá estamos hablando de básicos de convivencia, incluso, democráticos.
Es irónico que los mismos que lloran que el reguetón desprecia a la mujer, cuando les toca armar algo no llevan a ninguna o la llevan como comodín, como la mascota del “cupo femenino”, que, por cierto, es una ley nacional que establece que todo evento musical privado o público, con o sin fines de lucro, debe tener al menos un 30% de la presencia de mujeres y diversidades. Lo que también abre otra puerta: una lista conformada solo por artistas masculinos no puede llevar a un reclamo único de ausencia de mujeres, a menos si no complejizamos la idea de mujer como una construcción política, en la que aún así, seguimos dejando afuera a artistas.
Entonces, lo que vemos no solo es una lista de hombres, sino una Rosario ochentosa atada a otra narrativa que también dice mucho. Y dice tanto que ahí también podemos encontrar las razones de las ausencias de alternativas: es un lineup sujeto al relato expulsivo y elitista de la fundación del rock nacional. Un relato que ve a la otredad no masculina solo como groupie, o como corista, vestuarista, y otros tantos roles importantes en lo laboral y para que el todo funcione perfecto pero satelitales a lo estrictamente musical, y más aún, a la presencia en un escenario, a la música en vivo. Un rock de élite que lee a la música popular como música complaciente, tal la “mística” y “el culto” propuesto por la revista Pelo y la vitamina de la nostalgia que llora que “el rock murió”. Pero las músicas no mueren, en todo caso, lo que se intentó que muera, aunque ahora parece estar de nuevo en la cresta de la ola, son los supremacismos rockeros, el reviente, el machismo, la centralidad en torno al rockstar, los abusos y excesos del rock. Y la lista puede seguir.
Por lo pronto, la gran paradoja de todo esto es que aún así, aunque no nos quieran, las mujeres y las diversidades estamos. ¡Qué cosa tan obvia: estamos! Creamos, conversamos, avanzamos aunque nos obliguen a volver a tener la misma conversación una y otra vez.
Y ese “estamos”, tan real y concreto, tan poderoso y resistente, se pone aún mejor, porque también estamos a través de símbolos que dan cuenta de la ambición eterna que tienen algunos por corrernos de las historias, de los lugares, de las propuestas. Y justamente el Monumento está repleto de esos símbolos que a lo largo del siglo XX se recargaron de significado y significantes políticos, símbolos con acusaciones y proclamas tronadoras representados en esas esculturas de mujeres en tetas, encendiendo las llamas comunitarias, las que la burocracia quiso correr, tapar, censurar.
Algunos detalles. Las que encabezan el Monumento, mirando al río, sosteniendo en sus espaldas no solo ese barco inmenso, sino a la ciudad y su historia, son La Madre Patria (Patria de la Fraternidad y del Amor) y La Patria Abanderada. Entre las columnas encontramos a Las Américas: la Colonial, la Constitucional, la Indígena y la Futura. La presencia de ellas es más que especial y nos viene al pelo, porque nos recuerdan los tiempos en los que la danza era lenguaje y encuentro, y cómo luego, el hombre blanco con una Biblia en la mano empezó a acusar a esos cuerpos de endemoniados porque, según ellos, esos movimientos salvajes no podían ser de Dios. Más allá de toda creencia personal, vale decir que tal vez en esa gesta encontremos la primera expresión de vértigo fálico, ese hablar desde la fragilidad propia y no desde el conocimiento real, sabiendo que igual no tendrá costo la propia pavada: porque de abrir la Biblia y leerla saldrían otras cosas sobre la danza, los cuerpos y sobre la conducción de las mujeres en las tareas de Dios. La misoginia no es una cuestión del cielo, es una cuestión de poder. Ahí, el machismo se revela estructural: nos necesitan con menos espacios, ganando menos, hablando menos, mostrando menos. Peleando menos.
Para cerrar, no, no nos olvidamos de ella, la que tuvieron guardada por años, trasladándola de un lugar a otro porque cómo podía estar tan sexualizada representando lo que representa!?!?! Sí, hablamos de La Libertad guiando al pueblo. La Libertad que da la espalda al río porque mira a la ciudad. Porque la libertad es para todos o es para nadie. Nadie es libre en soledad. Y Lola Mora lo tenía clarísimo, así que ahí, en ese Monumento que tendrá una fiesta masiva y gratis, pero no popular, y privada en el sentido estricto de negársele una Rosario formada que se sigue formando, una Rosario 2025, su fuego encendido hablará de nosotras, sobre nosotras y nuestras victorias. De y para nosotras, las que aún brillamos por nuestra ausencia en las fiestas que no son las nuestras, en una ciudad que sí lo es.
Firmamos este texto como compañeras y colegas trabajadoras de la cultura y prensa de la ciudad: Anabel Barboza @barboza.anabel | Bárbara Pistoia @barbmatata | Julia Cadoche @juliacadoche | Martina Bovyn @martubovyn | Morena (Pardo) @morepardo | Painé Nocetti @painenocetti | Virginia Giacosa @virgiaco
Cambiame la música…!!!
Y por supuesto que no nos quedamos solo en palabras y pensamientos. Además, ¿qué mejor que la música hablando por sí sola?
Un grupo de colegas armamos una playlist colaborativa sin ánimo de ránking ni ningún otro tipo de categorización, solo al calor del impulso por compartir lo que escuchamos, lo que nos gusta, lo que cruza las calles y musicaliza nuestras vidas rosarinas:
Las colegas que colaboramos en esta playlist somos: Anabel (Barboza) @barboza.anabel | Arlen (Buchara) @arlenbuchara | Bárbara (Pistoia) @barbmatata | Josefina (Galli) @jochugalli | Julia (Cadoche) @juliacadoche | Lucía (Rodríguez) @soyluerre | Martina (Bovyn) @martubovyn | Morena (Pardo) @morepardo | Painé (Nocetti) @painenocetti | Virginia (Giacosa) @virgiaco